miércoles, 5 de septiembre de 2012



  • El miedo es una sensación de alarma que está presente en nuestra conducta más básica y que es herencia de nuestro pasado animal.

    El miedo nos ayudó como animales a adelantar las consecuencias de situaciones potencialmente peligrosas como forma de prevenir y actuar contra cualquier mal físico.

    Sin embargo, el miedo se convierte en un problema que a la larga tiene consecuencias negativas para la salud, cuando el temor surge no para prevenir de una situación perjudicial para nosotros, sino cuando aparece de manera súbita sin causa aparente o desencadenada por acciones sin conexiones entre sí y que sólo nosotros hilvanamos en nuestra mente.
  • Observa tus pensamientos, sin criticarte, con una visión objetiva, sin dramatizar. Después date cuenta de cómo se diluyen.
  • Detente en diferentes momentos del día y darte cuenta de lo que estás pensando. Escribe lo que piensas.
  • Reconoce los recuerdos dañinos y las especulaciones en cuanto surgen.
  • Evita el ciclo que lleva al malestar emocional: para algunos es necesario detener las ideas negativas después de haberlas reconocido; para otros será suficiente reconocerlas y dejarlas pasar.
  • Recuerda que tus suposiciones no necesariamente corresponden a la realidad: "el mapa no es el territorio".
  • Identifica el tipo de pensamientos que tienes cuando estás cansado. Asegúrate de descansar lo suficiente, pues esto contribuye a que tengas una actitud más positiva.
  • Pon atención a los momentos en que generalizas, saltas a conclusiones, exageras el significado de una situación o te exiges demasiado.

  • Los momentos de silencio e inactividad pueden ser excelentes oportunidades para hacer los ejercicios anteriores. La meditación y la respiración consciente facilitan la atención plena y que te des cuenta de qué piensas. A partir de esta conciencia evitas que los pensamientos dañinos te dominen y adquieres el mando de tu vida.

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