No vemos la verdad porque estamos ciegos. Lo que nos ciega son todas esas
falsas creencias que tenemos en la mente. Necesitamos sentir que tenemos razón
y que los demás están equivocados. Confiamos en lo que creemos, y nuestras
creencias nos invitan a sufrir. Es como si viviésemos en medio de una bruma que
nos impide ver más allá de nuestras propias narices. Vivimos en una bruma que ni
tan siquiera es real. Es un sueño, nuestro sueño personal de la vida: lo que
creemos, todos los conceptos que tenemos sobre lo que somos, todos los
acuerdos a los que hemos llegado con los demás, con nosotros mismos e incluso
con Dios.
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